lunes, 7 de marzo de 2011

De Líderes y Seguidores

Por Alejandro Alberio

Hoy en día, donde la búsqueda de la rentabilidad pasa más por bajar los costos, a niveles en los que se llega a poner en riesgo hasta la calidad de los productos y servicios, camino irreversible aún cuando vengan tiempos mejores; y por el achicamiento de las estructuras, dejando de lado la retención de los talentos y el desarrollo de las carreras.
Es en estas ocasiones cuando los CEO tienen la oportunidad de mostrar todo su potencial, no sólo capeando satisfactoriamente el temporal, sino además haciéndolo con los recursos con los que cuentan.
Son éstos los momentos en que los estilos de liderazgo se ponen a prueba. Cuando pese a las restricciones impuestas por la coyuntura hay que mantener el negocio y por sobre todas las cosas volver a mirar hacia afuera, hacia el mercado, hacia los clientes, aprovechando al máximo todas las oportunidades. Repensando a la empresa, y adaptándola para el mundo que viene. Y en particular, también mirar hacia adentro para evaluar cómo alinear las necesidades del contexto con el capital humano que se tiene.
El estilo de liderazgo que imperará, variará según aquél que inspire a cada empresa. Es una de las características más importantes de la cultura de la misma, que como toda cultura, es la que deliberadamente ha sido impuesta por los directivos, pero muchas veces se ha instalado en forma inconsciente, ni más ni menos que predicando con el ejemplo a lo largo del tiempo.
No existe un estilo de liderazgo correcto. Habrá uno más adecuado que otro para cada situación, dependiendo de la historia, evolución de los negocios, rubro, antigüedad de la empresa y de sus directivos, origen, tamaño, y otras variables a considerar.
Lo que siempre e invariablemente habrá, es una oportunidad de recurrir al talento que muchas veces no está aprovechado en su totalidad, incluso por desconocer su existencia.
Es aquí donde surge el tan conocido cuento que habla de que para cazar a una manada de búfalos hay que matar al líder, ya que la manada sólo sabe seguirlo. Muerto éste, los restantes se quedan a su alrededor sin saber qué hacer ya que carecen de guía.
El ejemplo contrario lo dan los gansos que cuando emigran, vuelan formando una V. De este modo gastan menos energía, lo que aumenta enormemente el rendimiento del conjunto.
Lo particular del caso es que el mayor desgaste y responsabilidad lo tiene quien lidera la formación, y lo notable es que ese liderazgo es ocupado en forma alternada por aquel ganso que está en mejores condiciones, lo que maximiza el resultado de todo el grupo.
En todo funcionamiento de equipos hay líderes y seguidores. Se deberá sopesar entonces, en cada circunstancia, cuán buen líder o seguidor será cada uno de los integrantes de ese equipo, para adaptarse y maximizar el rendimiento del mismo.
Abundan ejemplos tanto en la historia como en la ficción que nos aclaran la importancia del seguidor, que es quien muchas veces permite al líder tener una visión más amplia, quien lo secunda en los momentos difíciles, el que hace posible el éxito. Como Colón y Pinzón (desde su barco La Pinta, se descubrió América), San Martín y Cabral, El Quijote y Sancho, Armstrong y Aldrin (quien fue el piloto del módulo lunar), y hay muchos más para agregar a la lista.
Tomando a la empresa como a un grupo de equipos interconectados, a veces en forma superlativa como en las estructuras matriciales y multinacionales, vemos que el líder de un equipo, lo es con sus colaboradores, pero es un seguidor en el equipo de su jefe directo.
Por lo tanto al momento de elegir como al momento de evaluar, es fundamental considerar el balance entre las competencias de líderes y seguidores de cada individuo.
La recomendación entonces es, no replicar el rol del líder de los búfalos, sino tender a darle la oportunidad al más apto de los gansos para que lidere en cada situación en particular, sin perder de vista que lo que se delega es la autoridad y no la responsabilidad.